“Me queda una fe absoluta en el destino humano, una convicción cada vez más consciente de que nos acercamos a una gran ternura. Escribo conociendo que sobre nuestras cabezas, sobre todas las cabezas, existe el peligro de la bomba, de la catástrofe nuclear que no dejarÃa nada ni nadie sobre la tierra. Pues bien, esto no altera mi esperanza. En este minuto crÃtico, en este parpadeo de agonÃa, sabemos que entrará la luz definitiva por los ojos entreabiertos. Nos entenderemos todos. Progresaremos juntos. Y esa esperanza es irrevocable”.
Gentileza de C.G.